jueves, marzo 24, 2005

TIEMPO

El tiempo es aquello que nos obliga a existir. Nos atraviesa y nos arrastra a través de situaciones en las que pareciera no tenemos inherencia. Pero el tiempo es, antes que todo, una sucesión de acontecimientos.
No parece tener sentido pensar al tiempo como otra cosa más que la sucesión de todas las cosas que nos suceden. A veces nos parece que el tiempo pasa más rápido, porque lo que en ese momento nos sucede se amolda al recipiente del tiempo y se desliza a través de él de manera ágil y suave. A veces ciertos momentos parecen una eternidad. ¿Son los momentos en sí mismos los que parecen eternos? ¿O simplemente es que lo que nos esta sucediendo en esos momentos lo que se prolonga?
Es mucho más sensato creer que somos nosotros los que no soportamos ciertas cosas, y nos impacientamos porque terminen; que creernos tan importantes como para asumir que es el tiempo quien se detiene para que nosotros suframos. No. Nosotros somos quienes asignamos al tiempo su valor.
El tiempo no existe. El tiempo ni siquiera puede tener sentido. No es posible que algo que me produce placer transcurra en segundos (aunque en realidad sean horas) al mismo tiempo que para alguien que sufre, esas horas sean meses, años. Lustros.
Es falaz intentar universalizar el valor de todas las cosas, que nos ocurren una inmediatamente después de la otra, mediante segundos, horas, días, meses.
Y aceptar que el tiempo pueda medirse para todos de la misma manera es un vano intento por creernos suficientemente poderosos como para asignarle un valor predeterminado a cada sentimiento, a cada dolor, a cada vibración, a cada descanso, a cada placer, a cada canción, a cada mujer.
¿Quién puede saber cuanto vale para mí el tierno beso de una mujer? Y si le damos acaso los valores a los que estamos acostumbrados, ¿Acaso ese beso duró solamente cinco segundos? Para mí quizás fue un suspiro de placer. O una eternidad de pasión.
Si nuestra vida no es más que la suma de nuestras experiencias, y tal vez de las que provocamos en otros, entonces puedo pensar que la vida y el tiempo están muy relacionados.
Quizás cada uno en sí mismo sea un tiempo. No me resulta fácil resignarme a asignarle un valor estándar a las cosas que me pasan.
Los besos que doy no duran cinco segundos. Duran una porción de placer y una pizca de pasión, nada más ni nada menos.
Cada canción no dura alrededor de cuatro minutos. Cada canción dura un mar de sensaciones, vibraciones varias y un sentimiento de placer solamente comparable a algunos pocos orgasmos.
No es justo esclavizarnos con horas, minutos, segundos, días, años, lustros, décadas, siglos, milenios. Nos merecemos vivir inmersos en besos, canciones, caricias, tal vez algún que otro fracaso y varias lecciones aprendidas.
Es reconfortante pensar en que la próxima vez que me besen, ese beso va a durar para mí no el tiempo que marca un reloj, sino el tiempo que marca mi vida.
Yo no pienso vivir ochenta años. Pienso vivir algún amor, dos o tres de mis mejores besos y las primeras veces que, enamorado, haga el amor con cada mujer.
El tiempo es una sucesión de acontecimientos. Y lo que a mí me acontece es lo que le da un valor a mi vida. No se trata de vivir muchos días, sino de que en los días que vivamos experimentemos acontecimientos que nos hagan vivir prolongados momentos. Esa sucesión de momentos es lo que debemos llamar tiempo. Lo que nos trasciende. No lo que nos apresura para que sigamos adelante. Detenerse y disfrutar de un momento es un eslabón en la cadena de nuestros tiempos. Apurarse para llegar a hacer algo antes del mediodía es tan efímero que, mañana, no habrá tendido ningún valor. Y pasado mañana, jamás habrá existido.

Mp3 recomendado del día: --> Luis Alberto Spinetta - Barro Tal Vez

1 comentario:

siddsteve dijo...

Es cierto. El tiempo simpre fue una invención humana tan falaz como el mero pensamiento de que los nombres que aplican a los objetos y sensaciones del mundo los protegen de la intemperie, de la desgracia, de la soledad. Mediante el tiempo, la persona se intoxica de mentira anteponiendo a sus ojos la efímera ilusión de que absolutamente todo lo que pasa tiene un sentido, si se quiere, divino, acentuándose y profundizándose cuando justamente cuando estos hechos a él le suceden. Seres intrínsicamente inseguros, los hombres buscan aferrarse a conceptos que se desprenden de su propia mentalidad, alimentando aquella vana ilusión de que cuando se desgarre su existencia, podrán mantenerse suspendidos y alegres en el océano de ideales que proyectaron hacia los cuerpos celestes. Las sensaciones no cambian en virtud del tiempo ni del espacio, ni mucho menos de lo que el hombre -animal condenado a sentir racionalmente- le anexe un sentido propio. La sensación es la sensación y nada màs que eso. Lo que quiera extenderse artificialmente de allí, no es sensación sino sentimiento.
Por otra parte, aunque esta eterna y vaga posición de falsa víctima ante la percepción del mundo exterior ha materializado la incivilización en que vivimos, también ha catapultado inolvidables esbozos artísticos que para siempre estarán grabados en el espíritu de aquellos memoriosos que los atestiguaron y atesoraron para nosotros. A ellos tributo, pues han usado este prejuicio humano -la existencia del tiempo- para transportar pura belleza, por lo que los diferenciarlos del resto me parece imprescindible.

Mis cordiales.